El duelo animal sigue siendo profundamente estigmatizado. A menudo, quienes lo atraviesan se sienten juzgados o incomprendidos, como si el dolor por la pérdida de un compañero de vida no fuera “lo bastante importante”. 

Sin embargo, el vínculo que se genera con nuestros animales puede llegar a ser más profundo y significativo que el que tenemos con algunas personas. Son nuestros compañeros de vida, nuestros refugios, nuestro hogar. 

Mi experiencia personal 

Yo también he atravesado ese dolor. Lo he vivido en mi piel y en mi alma: 

Chloe, mi alma gemela. Le diagnosticaron un tumor muy poco frecuente y, en menos de dos meses, tuve que tomar la decisión más dura de mi vida: ayudarla a dejar de sufrir. 

Duque, un verdadero superviviente. Le extirparon un riñón por un tumor y le dieron sólo seis meses de vida, pero nos regaló dos años más. Poco a poco se fue apagando, y cuando su mirada nos dijo que ya no podía más, lo acompañamos en paz. 

 Matilda, mi primera gatita. Con solo tres años le detectaron una cardiopatía. El tratamiento le daba esperanza, pero el 1 de enero de 2025 tuvo una crisis fulminante que me rompió el corazón en mil pedazos. 

Estas vivencias me enseñaron el vacío que deja su ausencia… y la necesidad urgente de contar con un acompañamiento emocional respetuoso, compasivo y seguro.